lunes, 3 de enero de 2011

No soy la mamá perfecta

Quería compartirles esta reflexión publicada por Azucena, una mamá homeschooler que nos ayuda permanentemente en este camino del mutuo aprendizaje en familia:


NO SOY LA MAMA PERFECTA

Perder los nervios, agotarse, estar harta o cansada a veces, es algo inherente a la maternidad, tanto si educas en casa como si los llevas al colegio. Eso no tiene que ver con como educas, si no con ser humano.

Las madres que educamos en casa intentamos resolver los conflictos con, y entre nuestros hijos, como podemos, pero eso no evita que tengamos que pedir perdón a veces por haber perdido los nervios, pero eso también forma parte del aprendizaje, de saber que el resto de seres humanos que están a tu alrededor también se cansan y que también necesitan cierto espacio, y además así ven que es algo que no les sucede solo a ellos, que mamá, o papá, o la abuela, o los adultos, tampoco son perfectos, que también tienen sus rabietas, y les es más sencillo asumir las propias. Todas las madres tenemos cosas que deseamos mejorar, es inevitable.

Si hay algo a lo que claramente te obliga el hecho de educar en casa es a desarrollar la paciencia, a ti, y a tus hijos entre ellos también. Es así, cuanto más tiempo pasas con ellos más paciencia desarrollas, y ellos también, cuanto más se acostumbran a compartir tiempo y espacio entre ellos más paciencia tienen. De hecho, solo hay que ver a algunas madres en verano, que están histéricas y deseando que los niños vuelvan al cole... o sea que solo tienen tres meses para estar todo el día con sus hijos y poder hacer cosas con ellos, y están nerviosas y agobiadas por que no están acostumbradas a pasar tanto tiempo con sus niños, cuando deberían de estar contentísimas de por fin poder disfrutar de los críos, pero no siempre es así. Pasar muchas horas juntos es una magnífica forma de fomentar y aumentar la paciencia, no queda otra alternativa y la paciencia es como el universo, se expande continuamente hasta límites insospechados.

Es normal que al iniciar esta andadura se tengan inseguridades, nadie tiene todas las respuestas, y educar en casa es una aventura en proceso constante, con altibajos, con momentos buenísimos y otros horrorosos, pero es que la maternidad es así, los lleves al cole o no, es una montaña rusa en que tienes días en que no puedes imaginar nada mejor que tus niños y otros en que deseas irte a un balneario sola, así que solo hay que asumirlo y ver si te compensa o no, y cuando miras a los niños no tienes dudas, educar en casa compensa muchísimo. Es duro, no todos los días son buenos, que a nadie se le ocurra imaginarse la casa impecable, los niños siempre sonrientes, pacientes y amables, la casa oliendo a canela y limón y el bizcocho enfriándose en el mármol, porque es más fácil que en la casa haya cierto grado de caos, que el bizcocho lo prepares a las 11 de la noche, pensando más en el día siguiente que en ese día, los niños habrán sonreído y tenido paciencia a ratos, y a ratos no, y la casa puede oler a de todo, a pies sudados de niño, a experimento de ciencias apestoso, a lavavajillas porque lo han usado para hacer un volcán, porque creían que el bicarbonato no era suficiente, a barniz o pintura porque están construyendo algo, a pizza, a ambientador porque has tirado spray de ese a troche y moche en un intento de camuflar la peste del experimento anterior, o a lejía porque la has usado por toda la casa para eliminar cualquier guarrada que hayan dejado por ahí. Uno no se puede imaginar que educar en casa sea como un jardín de rosas, es más bien como la fiesta de no cumpleaños del sombrerero loco, imprevisible, desconcertante a veces, pero siempre interesante, y jamás querrías perdértelo.
 

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